martes, 23 de febrero de 2010

Las organizaciones populares se encuentran y se reconocen

En el desarrollo del poder popular, la acción de resistir y de sustentar la dignidad humana, conlleva elementos que pueden prefigurar nuevos y más equitativos estadios sociales. Así, la búsqueda de nuevas formas societales (socialismo del siglo XXI, Desarrollo Endógeno), ante el empuje de las fuerzas coloniales, puede constituir un medio válido para lograrlas.

El mundo, nos identifica como una sociedad en proceso de transformación. En esta sociedad se contraponen movimientos de adentro hacia fuera (profundización de la democracia, igualdad de oportunidades, equidad), con fuerzas que vienen de afuera hacia adentro (capitalismo, consumismo, imperialismo). Así, los movimientos sociales requieren de fortalecer esa tendencia de sacar de sí mismos valores y propuestas que tiendan a ampliar espacios de participación, de diálogo, de construcción colectiva, y así sobreponerse a esquemas y patrones de comportamiento impuestos desde ancianos procesos de colonización (dependencia, sometimiento a la autoridad, vasallaje). Es, en cierta forma, una visión que supone a la vez una esencia y una entelequia: esto es, que dentro de nosotros mismos llevamos una especie de pureza, de verdad inmanente, de sentido de las cosas, que requiere de potenciarse mediante el estudio y la práctica social, para lo cual hay que minimizar las condiciones externas que les impiden brotar y florecer.

Ahora hay un proceso comprensivo por parte de las organizaciones populares del rol que deben jugar, de los espacios que deben conquistar para convertirse (como pueblo activo) en sujetos histórico de transformación social. Se trata de la formación de una conciencia para asistir desde allá modelos y propuestas organizativas y a la construcción de un nuevo Estado que sirva a sus intereses de clase, por ende a la destrucción del Estado actual.

El nuevo Estado que se viene construyendo de abajo hacia arriba parte de las asambleas populares, que tienen reconocimiento en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (concepto que se debate en el Proyecto de Ley de Participación Ciudadana) es el poder constituyente que no se delega, que se mantiene vivo como llama liberadora.

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